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CÁNOVAS Cobeño. Francisco
(1820-1904).
Español, Médico, Paleontólogo y experto en Ciencias Naturales.
Nació en Lorca en 1820, ciudad en la que llegó incluso a ejercer (aunque fugazmente) como alcalde y a la que estuvo siempre muy ligado pese a residir durante varios años en Murcia capital. Licenciado en Medicina por la Universidad de Valencia, fue compañero de estudios del ilustre catedrático de Paleontología Vilanova y Piera, con el cual mantuvo una estrecha amistad y al que acompañaba siempre que las excursiones de éste le llevaban cerca de la provincia de Murcia. Durante casi 20 años ejerció en su ciudad natal la Medicina sin dejar de hacer salidas al campo para recoger plantas, fósiles u objetos antiguos, auténtica pasión del lorquino. Llegó a ser condecorado con la Cruz de Epidemias por los servicios prestados en Lorca durante la epidemia colérica de 1849. A partir de 1864 centró su labor en la educación, pasando a ejercer en el Instituto de Segunda Enseñanza de su ciudad como catedrático interino de Historia Natural hasta 1869, año en el que ganó las oposiciones pertinentes. Un año antes había completado su formación en la Universidad de Madrid logrando el diploma de Cirugía y el título de licenciado en Ciencias Naturales. Impartió clases de Historia Natural y Agricultura, llegando a ser secretario y director del centro en dos casiones. En 1883 el Instituto de Lorca fue suprimido por orden del Ministerio de Fomento debido a una política basada en la concentración de los centros de secundaria en las capitales de provincia. Ante ello, Cánovas manifestó su deseo de ser trasladado a Murcia, y en 1885 fue nombrado provisionalmente catedrático de Física y Química del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Murcia (actualmente I.E.S. Alfonso X el Sabio), donde sustituyó a Olayo Díaz. Mantuvo esta situación hasta 1890, momento en el que se hizo por fin cargo de la disciplina de Historia Natural tras el fallecimiento del profesor y durante muchos cursos director del centro, Ángel Guirao Navarro. Hay que hacer un inciso para señalar que Guirao fue, además de profesor ejemplar, un prestigioso político y un gran naturalista e investigador interesado fundamentalmente por la Zoología y la Botánica. Entre los numerosos cargos institucionales que desempeñó destaca su nombramiento en 1881 como Presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural, quizás el puesto más alto jamás alcanzado por un científico murciano. Cánovas fue titular de la cátedra de Historia Natural hasta 1896, año en el que se le concedió la jubilación por imposibilidad física con sustituto personal.
Bajo tal circunstancia se retiró a Lorca a pasar sus últimos años, donde falleció en 1904. Fue miembro de la Sociedad Española de Historia Natural, Sociedad Geológica de Francia, Sociedad Arqueológica Valenciana y correspondiente de la Real Academia de Historia. Labor docente
En lo que se refiere a su ejecutoria docente, uno de los hechos más destacables es la elaboración de sus propios textos. En 1862 publicó Nociones elementales de Historia Natural (Cánovas Cobeño, 1862), tratado de 87 páginas escrito en lenguaje sencillo y destinado a despertar el amor por las Ciencias Naturales en las escuelas de primera enseñanza. En él destaca la minuciosa descripción de los terrenos del término de Lorca en una época en la que todavía no habían comenzado los trabajos de la Comisión del Mapa Geológico, lo que demuestra el amplio conocimiento de la región que Cánovas había adquirido gracias a sus innumerables investigaciones de campo.
Años después publica, ya para niveles de bachillerato, Curso de Historia Natural (Cánovas Cobeño, 1870), manual que fue adoptado inmediatamente por otros centros de enseñanza para que sirviera de texto de la asignatura y que fue premiado con la medalla de bronce en la Exposición Universal de Barcelona de 1888. En su última lección titulada Concordancia de los hechos geológicos con la Biblia, Cánovas pone de manifiesto desde su compromiso cristiano su postura claramente creacionista con respecto a las especies fósiles. Influenciado con toda probabilidad por su buen amigo Vilanova, manifestó siempre una concordia entre Ciencia y Biblia justo en el momento álgido de la polémica entre creacionistas y evolucionistas (Pelayo, 1996):
Tal es la explicación que en vista de las observaciones y datos adquiridos de la Ciencia acerca del origen y vicisitudes de la tierra; veamos ahora si están estos en armonía con lo que el Historiador sagrado refiere en el Génesis. (…) Vemos que la creación se va verificando en un orden ascendente, confirmado por la observación y experiencia, así es que cuando fueron creados todos los animales, entonces tuvo lugar la creación del hombre. El Curso de Historia Natural será ampliado en una edición posterior de 1891 en la que apenas cambian los contenidos. Es interesante señalar el concepto de fósil que recogen ambos trabajos: Llámense Fósiles las diferentes partes de los vegetales ó animales que se encuentran petrificados entre las capas del terreno: estos despojos orgánicos son siempre las partes más duras de aquellos seres, como los ramos, frutos, semillas, huesos, dientes, conchas, etc.; algunas veces estas partes no han quedado más que estampadas ó vaciadas en el terreno, cuyo hueco ó impresión se ha llenado con otra sustancia que ha tomado su misma forma, esto es lo que se llama impresión ó molde, y tiene el mismo valor que los verdaderos fósiles. En 1895 ven la luz dos nuevos textos docentes: Cuadros de Historia Natural (Cánovas, 1895a) y Nociones elementales de Organografía y Fisiología Humanas e Higiene (Cánovas, 1895b). Se trata de dos obras de características muy similares en cuanto a forma y contenido. Originales didácticamente, pero de muy discutible efectividad, la materia queda estructurada en varios “cuadros” que presentan de forma resumida los principales conceptos o las clasificaciones de sistemática en forma de esquemas con llave. La total ausencia de ilustraciones y actividades dan como resultado un texto bastante árido (López Fernández, 2001).
Actividad científica
Como hombre de amplia formación, Cánovas publicó varias obras y trabajos científicos referentes a la fauna, geología y agricultura lorquinas, así como a la propia historia, arqueología y patrimonio monumental de su ciudad. Uno de los más interesantes y curiosos es el recogido durante 1873-74 en varios números de la revista El Ateneo lorquino titulado Viajes por el término de Lorca a través de los tiempos geológicos con unos caballeros en desuso (Cánovas, 1873,1874).
Dichos caballeros no son otros que los dioses griegos del mar y de la tierra Neptuno y Plutón, los cuales se le presentan en sueños al autor y le van enseñando la región, cubierta en ese momento por el mar, donde millones de años después quedarán ubicadas las tierras de Lorca. Con un lenguaje sencillo y muy didáctico, Cánovas describe las características faunísticas, botánicas y geológicas de la región en un recorrido que comienza en el Silúrico y finaliza en el Cuaternario.
En su viaje cita los fósiles que va descubriendo (ammonites, belemnites, braquiópodos, corales y bivalvos) e identifica el género y especie de casi todos los ejemplares, lo que demuestra una buena formación paleontológica. Del texto se deduce también el amplio conocimiento que tenía de las principales tendencias geológicas del momento adquiridas a través de las obras de naturalistas españoles y extranjeros de primera línea. Con este trabajo, Cánovas reafirma sus ideas acerca del origen y evolución de la Tierra. Seguidor de los planteamientos del eminente geólogo francés Beaumont, quien expuso su famoso sistema de levantamiento de cordilleras, el lorquino se muestra aquí como un defensor de la doctrina del catastrofismo moderado o actualista (López Fernández et al., 1994). Más tarde, volverá a manifestar sus discrepancias con respecto a la teoría de la evolución en el resumen de su conferencia La prehistoria (Cánovas, 1897), donde cuestiona abiertamente la base paleontológica de las teorías de Lyell y Darwin.
Cánovas y el coleccionismo
Es en la faceta de coleccionista científico en la que Cánovas destacó notablemente. En Lorca llegó a formar colecciones de plantas, insectos, pájaros, monedas antiguas y fósiles, siendo visitadas por numerosos investigadores españoles y extranjeros que se dedicaban a estos estudios. En 1863 se celebró la Exposición Agrícola e Industrial de Lorca, en la que fue premiado con la medalla de plata por una colección geológica y paleontológica compuesta de ciento setenta y dos ejemplares de rocas y fósiles todos recogidos y descubiertos en este término municipal, clasificados con arreglo a la ciencia, algunos de ellos nuevos, y otros de importancia, entre ellos el Ceratites nodosus, característico del piso del Muschelkalk, único ejemplar encontrado en la provincia donde tan extendida está la formación triásica (Memoria del Instituto de Lorca, curso académico 1863-64). Seis años después obtuvo de nuevo la medalla de plata por la colección de fósiles y rocas que presentó en la Exposición Regional de la Sociedad Económica de Amigos del País de Lorca. Entre todas las colecciones que poseía la más sobresaliente fue la que consiguió reunir de peces fósiles del yacimiento de La Serrata de Lorca, cuyo interés e importancia quedaron reflejados en numerosas publicaciones de afamados geólogos y paleontólogos de la época (Botella y Hornos, Areitio, Sauvage, Jiménez de Cisneros, González Simancas, Meseguer Pardo...).
En 1881, y a petición de su buen amigo Vilanova, Cánovas llevó la colección a la Exposición Mineralógica de Madrid, donde consiguió la medalla de plata y fue propuesto para la Cruz de Carlos III, al tiempo que tuvo la oportunidad de explicar personalmente a los reyes de España y Portugal los ejemplares que presentaba en dicha muestra. Junto a la colección envió la obra Fauna ictiológica fósil de Lorca y sus limítrofes, en la que se describen dos géneros y quince especies nuevas. Tras su muerte, y por expreso deseo de Cánovas, las colecciones fueron donadas al Gabinete de Historia Natural del Instituto de Murcia, donde se conserva el documento que así lo atestigua.
Corolario
Hay dos aspectos que merece la pena destacar en la labor docente e investigadora de Cánovas. El primero es que como profesor y catedrático fue uno de los principales divulgadores del saber científico en nuestra región durante el siglo XIX. Sus enseñanzas no se limitaron únicamente a las aulas, sino que intentó siempre proyectar a la sociedad los conocimientos científicos a través de iniciativas como exposiciones, publicaciones socialmente útiles, etc. Por otro lado, fue uno de los primeros naturalistas españoles que realizó en Murcia una labor de campo sistemática desde todos los puntos de vista posibles, aunque reduciendo sus investigaciones al estudio del término de Lorca. A pesar de que su labor científica no quedó reflejada en publicaciones especializadas, contribuyó de manera decisiva al desarrollo de la Paleontología murciana a través de la recolección, observación, análisis y comparación de ejemplares fósiles. Además, fue maestro y mentor de uno de los paleontólogos más brillantes que ha dado Murcia, Daniel Jiménez de Cisneros.
Para conocer mejor la figura de Cánovas se recomienda la lectura de los siguientes trabajos: Jiménez de Cisneros (1904), Cáceres Plá (1913-1914), López
Fernández y Vidal de Labra (1987), López Fernández et al. (1994) y López Fernández (2001).
Autor: José Luis Zamora Rubio
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