4 Julio 2020 |
Las Atalayas Alicante Llegamos a “las Atalayas” bajo un sol que empezaba a picar sobre las 11:45, aparcamos el coche y nos dirijamos a pie hacia el cerro de “Les Atalayas”, de fácil acceso al principio empezamos a ver fósiles de Pecten del tamaño de la mano y ostrácodos del mismo tamaño incrustados en la roca, dejando atrás el Holoceno y adentrándonos en el Serravalliense, donde la caliza va pasando de blanca a amarillenta. En la primera covacha que encontramos al mirar detenidamente vemos que está formada de playa fósil, múltiples fragmentos milimétricos de conchas y arena de playa compactada, donde avistamos un diente de tiburón sin la punta desprendido de la arenisca. Comenzamos a subir, nos ayuda la áspera caliza que facilita el agarre, mientras seguimos viendo abundantes ostrácodos y algún molde interno de gasterópodo. Cerca de la cumbre vemos una veta amarillenta de aproximadamente 200 metros de longitud, que se encuentra desquebrajada, y observamos marcas de martillo o cincel en toda su longitud, así como fósiles rotos y las huellas que dejan en la roca después de su extracción, prueba del expolio al que está sometido este paraje. Después de hacer cumbre en el cerro buscamos un sitio para bajar la ladera por el lado opuesto a la subida, de nuevo la rugosidad de la caliza nos ayuda, con alguna dificultad, a media altura descubrimos una serie de covachas amarillentas del mismo estrato de que describimos al principio, donde vemos algún coral muy pequeñito, fragmentos pequeños de hueso, y en último lugar un erizo de aproximadamente 20Cm, incrustado en la roca, aplastado y cuarteado por la tectónica. En la base de la ladera opuesta, dejamos la caliza y pasamos al Albiense, margas arenosas, amarillas y blancas donde la erosión del agua cayendo por la ladera vertical de caliza desprendida, crea pequeños valles entre las margas que acaban en un vertedero lleno de basura. Donde solamente nos llama la atención formaciones espeleotemas planas, con aspecto fibroso parecido a la corteza de un árbol. En este punto empezando a sentir el calor agobiante nos disponemos a volver hacia el coche bordeando la montaña por el llano. En la ladera de la colina que tenemos enfrente observamos yesos, lapis especularis milimétricos, que hacen brillar los relieves en la arena margosa dejados por la erosión, donde no vemos nada digno de realizar una buena fotografía. En el camino de vuelta y tras un pequeño canal erosionado de lluvias, donde volvemos a ver ostrácodos y Pectinidos pasamos de nuevo al Serravalliense, esta vez en llanura, observamos varias zonas donde aflora la roca madre de la base del lecho marino. Vemos al menos una decena de agujeros del tamaño de un balón de balonmano, que nos recuerdan el expolio al cual a sido sometido este sitio por los erizos de mar que aparecieron, viendo algún fragmento de Clypeaster, e imaginando las dimensiones que debían de tener estos animales damos por terminado el recorrido, y volvemos al coche después de haber visitado un yacimiento más expoliado que las tumbas de Egipto.
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