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21 Enero
2012
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Mina de plata de Bustarviejo
La jornada comenzó encontrándonos a la hora fijada en el Bar Maruja de Bustarviejo. La premura de tiempo no dio lugar a devaneo alguno y a las 10.30 horas estacionábamos los vehículos en el aparcamiento cercano al campo de fútbol. Tras equiparnos convenientemente para la ocasión, y con los pertrechos listos para entrar en la mina, nos dirigimos por un camino directo a la zona o paraje de la llamada Cuesta de la Plata, compuesto por una serie de pequeños minados dispersos por la ladera que ya en el siglo XIX fueron integrados en una única explotación minera.
Aunque el sol era claro y limpio, el viento glacial nos dejaba ateridos con una temperatura y sensación térmica por debajo de cero grados. Después de una travesía de unos cuarenta minutos, llevadera en general, pero con fuertes desniveles en los dos últimos repechos del ascenso, llegamos a la Torre de la Mina. Nos encontramos a 1.500 m.s.n.m., delante de un molino eólico completamente restaurado para moler el mineral. Esta torre era el primer paso que seguía el mineral cuando salía de la mina y antes de ir a una primera fundición. Se empezó a construir en 1659 por un minero venido de América, un “indiano” (nombre de uno de los pozos), quedando sin terminar a su fallecimiento en 1787. En 2003 fue declarado Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid, siendo restaurado en 2005.
Tras reponer fuerzas y darnos un respiro por el severo ascenso del último repecho, proseguimos camino hasta el acceso a la mina. La bocamina comenzó a excavarse en 1701 con martillo y punterola (barra de hierro de 2 cm de grueso y 20 de longitud) para desaguar y poder extraer el mineral de plata de manera más cómoda. Más tarde, la bocamina fue ensanchada con barrenos para disponer de un acceso más fácil e idóneo para la extracción del mineral. La parte subterránea de la mina cuenta con cinco niveles y dos grandes pozos (Indiano y Maestro).
Una vez calzados con las botas de agua, material aislante, cascos, frontales, luces y demás instrumentos, nuestro guía y director ingeniero de minas, Luis Jordá, tras unas breves y precisas explicaciones, ordena la entrada a los componentes del pequeño grupo, siguiéndole ordenadamente en fila de a uno. Los primeros 20 / 25 metros atravesamos una galería inundada de agua con unos 30 cm de profundidad media, y más en algunas zonas. El recorrido hay que hacerlo completamente agachado para evitar golpearse con los salientes y con la techumbre natural de roca granítica con estructura pizarrosa (gneis).
Al terminar la galería inundada llegamos a una zona abovedada. En el suelo nos encontramos con un pozo grande de unos 10 metros de profundidad que da a una galería inferior inundada de agua casi cristalina.
Tomamos una bifurcación que forma un camino en espiral, como la concha de un caracol, y que nos lleva por su parte izquierda al pozo de El Indiano, y por la galería de la derecha se accede a una gran Sala denominada “Plaza de Toros” y a la “Sala de la Cruz”. A ella también puede accederse desde el Pozo Maestro en la parte más elevada de la mina, en el nivel cinco.
Nos encontramos con formaciones de estalactitas muy curiosas e interesantes. El grado de humedad es muy elevado y encontramos agua por doquier que, incluso, chorrea por las paredes junto a mineral de hierro, formación de óxidos y manganeso, junto con sulfatos.
Según parece, hay microorganismos que crecen en las paredes de la mina y que podrían ser únicos. Salvo en algunas zonas en las que hemos podido apreciar derrumbes, el interior de la mina parece seguro, siendo sus paredes de roca metamórfica (gneis).
Caminamos sobre los raíles de madera que aún se conservan por algunas galerías a través de las que los mineros arrastraban las vagonetas del mineral extraído hacia el exterior. Sin darnos cuenta, ha transcurrido poco más de una hora y Luís nos indica que hemos de retomar el camino para dirigirnos al exterior. Los rayos de sol nos reciben en la bocamina.
Una vez en el exterior, y mientras nos cambiamos de calcetines y botas, platicamos sobre la satisfacción vivida y las circunstancias y curiosidades de la mina. Sin pérdida de tiempo, un primer grupo, que se constituye en avanzadilla, se dirige hacia la zona o nivel 5 en la que se encuentra el Pozo Maestro. Allí, en lo alto de un paredón preparan todo lo necesario para aprendizaje y prácticas de “espeleo vertical” que resulta todo un éxito.
El viento continúa siendo gélido, más aún cuando no efectúas actividad alguna. Nos encontramos a más de 1.600 m.s.n.m. Son las 15.00 horas y hay que recoger todos los cordajes, mosquetones y demás material para regresar al punto de partida. Cincuenta minutos más tarde nos encontramos reabasteciéndonos de proteínas e hidratos de carbono. Hasta aquí hemos llegado y por el momento no pensamos en lo que nos pueda deparar la próxima salida. Carpe diem.
Alfredo Gómez Pascual
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