Crónica de una fugaz visita a la capital del azogue

en Almadén (Ciudad Real)  (12 y 13-12-2009) 

Poco más de 300 km y unas cuatro horas de agotador viaje, acompañados en tres cuartas partes de su recorrido con una espesa, persistente e irritante niebla, nos separaban de “Al ma daniy yun”, nombre árabe que derivará en el actual Almadén, y cuyo significado se traduce por la “mina”. Frisaban las 14.30 horas cuando en el lugar convenido nos dábamos cita un grupo de entrañables amigos de la adolescencia para pasar, un año más, una nueva jornada inolvidable como las treinta y cuatro que han precedido a la presente. Se encuentra Almadén situada al Suroeste de su capital de provincia, en la bella y desconocida comarca del Valle de Alcudia.

Abrazos, besos y saludos afectuosos después de un año dieron paso a dejar los equipajes de mano en nuestras respectivas habitaciones. Nos echamos al coleto una comida de rancho que más bien parecía una penitencia para matar el hambre. Para colmo dos botellas de vino de reserva que con todo el mimo había traído un colega se habían estropeado. Probablemente por problemas de guarda. Pero nosotros, incansables al desaliento, pedimos a la bodeguera dos buenos crianzas y después de brindar en repetidas ocasiones nos conjuramos con el proverbio “carpe diem” (disfrutemos del presente y si esto son penas que no se acaben).

Finalizados los postres salimos escopetados, pero eso si caminando, hacia el Hospital de Mineros de Almadén. El Real Hospital de Mineros de San Rafael se fundó en el año 1752 con la finalidad de atender a los trabajadores de las minas y sus familias con las graves dolencias producidas por el hidrargirismo “o mal del azogue” que se debe a la inhalación de los vapores mercuriales en el interior de la mina a consecuencia de la mala ventilación. El Hospital de Mineros de Almadén fue un hecho excepcional en la España del siglo XVIII, atendiendo además de a los propios mineros enfermos de hidrargirismo y silicosis (inhalación de polvo de sílice), a todos los habitantes de la población y su comarca. Fue uno de los primeros hospitales del mundo en tratar las enfermedades características de los mineros, contando desde el primer momento con tratamientos curativos como la sauna y la playa

En su interior se encuentra la sede de la Fundación Almadén, el Archivo Histórico de Minas de Almadén, espacio en el que se conservan numerosos e importantes documentos relativos al mismo, además de otros documentos de la población y su comarca que se encuentran dispersos en otros archivos. El recinto cuenta con unos bello jardines situados a distintos niveles y salvados con una amplia escalera dispuesta con balaustrada de mampostería a ambos lados de la misma, accediendo desde ellos a los calabozos dónde eran tratados los presos enfermos que trabajaban en las minas. En la planta baja se muestra la historia del hospital y en la planta alta la vida en la sociedad minera, recorriendo y descubriendo el día a día de las familias mineras, sus costumbres, relaciones sociales, etcétera.

Ya entrada la noche abandonamos con el corazón algo encogido el Real Hospital de Mineros y nos dirigimos a la Plaza de Toros. Se trata de un coso con planta hexagonal único en el mundo rodeada de viviendas en su exterior, comenzándose su construcción en 1752. Las viviendas eran alquiladas y con sus rentas más los frutos obtenidos por la celebración de las corrida de toros se hicieron numerosas aportaciones para la construcción del Hospital de Mineros de San Rafael.

El intenso frio comenzaba a entumecer nuestros huesos y para no quedarnos hechos unos carámbanos nos apresuramos a cobijarnos en el calor de nuestro hospedaje. ¡Caramba que me salen sabañones! Con un buen carajillo se acabó el frio podría pensarse. Pues no. Preparar unos chupitos de ron añejo canario con nata y canela después de la cena fue el tobogán directo que condujo a algunas directamente a arrancarse, con el Coro Rociero de Voces de Almadén que se encontraba allí cenando, a las rumbas y sevillanas, canciones para misas rocieras, como la salve del olé olé, y así sin parar hasta bien entrada la madrugada otras tantas.  

Pero la verdadera emoción llegaría en unas horas. Nuestra primera toma de contacto fue en la Sala existente en el Centro de Visitantes del Parque Minero. Presentación audiovisual muy interesante con un navegador virtual y paneles en los que se puede obtener todo tipo de información de cada recoveco de la mina. Acto seguido al edificio que alberga el Centro de Interpretación de la Minería (antiguo edificio de Compresores). En el se explica, de manera exhaustiva y muy didáctica, la evolución de la minería, mediante maquetas, audiovisuales, paneles contextualizados y réplicas de los utensilios utilizados.

Y ahora si. Llegaba la hora de la verdad. ¡A jugar a bajar! Un poema ver los rostros y las caras de algunos y algunas de las criaturas. Todos estaban expectantes y dos amigas temerosas después de colocarse el casco y coger algunas lámparas decidieron que era estupendo para hacerse unas fotografías pero cuando se acercaron a la réplica de una jaula minera situada en el pozo de San Teodoro la cosa cambió. Para que contar cuando se abrió la puerta del ascensor y empezamos todo el grupo a disponernos en su interior. Que si sí, que si no ¡Pues va a ser que no! ¡Que no entramos! ¡Que esto parece el metro! ¡que si yo espero al siguiente! Pensaron que bajar 50 metros, a la primera planta de la mina, cuando por debajo quedan otros 500 metros, hasta la planta 19, no les cautivaba lo suficiente. ¡Pues nada, lo dejamos para otro día!

Toque de timbre-campana de señales y descendiendo con nuestro conductor 12 criaturas en el ascensor-jaula. Nuevo toque de timbre, apertura de puerta de acceso a las galerías excavadas en el siglo XVIII y comunicación al exterior: sin novedad. Todo en orden. Nuestro timonel nos explica los métodos de laboreo más antiguos (explotaciones en hurto), reconstruyendo la sujeción de paredes y techos con entibaciones de madera. El método de bancos y testeros nos muestra como ascendía el laboreo siguiendo el filón. Al recorrer las galerías denominadas Caña de Santa Teresa y Caña Gitana podemos ver algunos afloramientos de minerales, el taller de herramientas y el transporte del mercurio en los carretones de madera, llegando al pozo de San Andrés, dónde se ha reconstruido el gigantesco malacate que utilizaba como fuerza motriz a las mulas. A menudo los animales tenían que ser reemplazados al enfermar, como los hombres, por el efecto de los vapores mercuriales.

Todos nos encontramos admirados y emocionados rememorando lo que tantos y tantos mineros admirables hicieron desde hace siglos, extrayendo el azogue de las entrañas de la tierra con merma de su salud e integridad, e incluso pérdida de sus vidas por accidentes y enfermedades, para la amalgamación de los minerales de oro y plata descubiertos en América.

Proseguimos por la Galería de Forzados que comunicaba a mina con la cárcel de Forzados. Por ella, y sin salir al exterior, se trasladaban los presos al interior de la mina, evitando de esta manera posibles fugas. Nos acercamos hasta el Pozo San Aquilino, conocido como la Grúa, que fue el segundo pozo de extracción. Allí, además de ver el taller de herramientas subterráneo, pudimos ver la recreación de la salida del mineral cargado al pie de las zonas de explotación en las vagonetas de hierro y llevados sobre raíles. Por último, salimos de la mina subiendo por el Pozo de San Teodoro hasta el nivel de -16 metros donde nos esperaba un tren de transporte (por la misma galería en la que se transportaba el mineral hasta los hornos) que nos llevó al exterior hasta el denominado Cerco de Buitrones. Continuamos con la visita y explicación de los hornos de destilación en los que se somete el mercurio a un proceso de tostación, para pasar, finalmente, al Museo del Mercurio en el que se ofrece una completa visión del conocimiento sobre el metal líquido extraído de las minas y se informa sobre la forma de envasado y comercialización del mercurio.

En el exterior cielos plomizos y aire gélido anunciaban nieve. Todavía quedaba mucho por ver. Y, además, con calma y serenidad. Almadén nos espera y muchos, seguro, queremos volver.

El naturalista británico Bowles visitó Almadén por encargó del rey Fernando VI en el año 1752 y dice los mineros de Almadén lo siguiente:

“Es preciso decir en alabanza de los que cuidan la mina de Almadén que no se puede usar más cortesanía que la que usan con el forastero que va a ver aquellas obras. De nada se le hace misterio; se le deja examinar todo con comodidad y sacar planos de los hornos; y, por fin, ver el modo con que se empaqueta el azogue en las pieles de ganado cabrío”.

Y, así, de esta forma, pasa lo que fue la gloria de Almadén. Sic transit gloria mundi .Hasta la próxima.        

J. Alfredo Gómez Pascual