-
CALDERON Y ARANA Salvador
(1851-1911).
Naturalista español nacido en Madrid; catedrático de Historia Natural del Instituto de Las Palmas (Canarias). Fue uno de los iniciadores de la Institución
Libre de Enseñanza. Realizo viajes de estudios por Suiza, Austria, Francia y Alemania. En 1881 fundó en León (Nicaragua) el Instituto de Occidente.Posteriormente ocupo la cátedra de Historia Natural del Instituto de Segovia. Es autor de la obra Los Minerales de España.
Habiendo obtenido la Cátedra del Instituto de Las Palmas, en Canarias en 1874, fue expulsado de ella al año siguiente por protestar contra una orden ministerial que eliminaba la libertad de cátedra. En los años siguientes viajó por diversos países, trabajando como profesor de español de algunos miembros de la nobleza austriaca en Viena, y posteriormente viajando a Nicaragua para trabajar como profesor en un centro semejante a la Institución Libre de Enseñanza, que habían fundado en Madrid otros profesores, como él, despojados de sus cátedras. Su estancia en Nicaragua le permitió publicar dos notables trabajos geológicos sobre este país, pero se vio pronto interrumpida porque las ideas librepensadoras no fueron bien acogidas. Calderón regresó a España, y en 1882, el cambio de gobierno hizo que los expulsados fueran repuestos en sus cargos. Calderón obtuvo la Cátedra del Instituto de Segovia y, a modo de compensación, una comisión para recorrer varios museos europeos y preparar una propuesta de mejora de los españoles. Visitó los de París, Bruselas, Estrasburgo, Stuttgart, Munich, Viena, Berlín, Dresde y Budapest (Hernández Pacheco, 1911), tomando nota de su sistema de organización y trabajo, y también probablemente de los (escasos) ejemplares de procedencia española existentes en ellos.
En 1884 obtuvo la Cátedra de Ciencias Naturales de la Universidad de Sevilla, y en 1895 la de la Universidad de Madrid. Poco después fue nombrado jefe de la sección de mineralogía del Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
Calderón estaba ya trabajando en una mineralogía topográfica de la Península Ibérica tal como las que, como ya se ha indicado, existían sobre otros países, desde mucho antes de obtener la Cátedra de la Universidad de Madrid, en 1895 (Quiroga, 1911). Su primera revisión de conjunto, sobre las plagioclasas españolas, la publicó en 1896 (Calderón, 1896), y poco después publicó un trabajo mucho más amplio, sobre silicatos, en un artículo dividido en tres partes (Calderón, 1897; Calderón, 1898), en la revista “Annaes de Sciencias Naturaes”, editada en Oporto por el eminente zoólogo portugués Augusto Nobre.
El Legado Gómez Pardo había sido instituido en 1873, con la donación a la Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid de 125.000 pesetas (una gran suma para la época) invertidas en acciones del Banco de España, para que con los dividendos se estableciera un laboratorio-para el análisis gratuito de minerales españoles y también para premiar trabajos que permitieran el “adelanto de la minería”. En 1875 se convocó el primer concurso a cuenta del Legado, con un primer premio de 3.000 ptas. Para una obra que desarrollara el tema “Estudio geológico e industrial de los yacimientos metalíferos de una comarca minera del territorio español” y un accésit de 1.500 para una obra sobre el “Estudio sobre las máquinas de vapor, fundado en la teoría mecánica del calor”, además de la publicación de las obras premiadas, en una tirada de 1.000 ejemplares, de los que se entregarían 100 ejemplares al autor. Para el primer tema no se presentó ninguna, y para el segundo solamente una, que no se consideró digna de premio. El escaso éxito de la convocatoria era en cierto modo previsible, ya que los profesores de la Escuela de Ingenieros de Minas estaban excluidos de la presentación de trabajos. En mayo de 1876 volvió a convocarse, esta vez con tres premios de 5.000, 4.000 y 3.000 pesetas, además de accésit consistentes en la publicación y en la entrega al autor de 100 ejemplares, sin remuneración económica (Maffei, 1877). En estos dos concursos y en los inmediatos sucesivos se delimitó el tema que debía ser objeto de la memoria, pero posteriormente se hizo libre, admitiendo obras “sobre cualquiera de los múltiples conocimientos o ciencias que comprende la carrera de Ingenieros de Minas”. Podían presentarse tanto obras originales como traducciones, aunque la publicación de las traducciones implicaba, naturalmente, la obtención previa del permiso del autor original.
El 30 de julio de 1897 se convocó el concurso para la adjudicación de los premios del Legado Gómez Pardo, con las bases ya indicadas. Se presentaron al concurso dos trabajos, uno titulado “Ensayo de un Catálogo Metódico de las Especies Minerales de la Península Ibérica”, de forma anónima (como exigían las bases) con el lema “Les théories passent: les faits restent”, y otro, consistente en la traducción de la segunda edición alemana del “Tratado de Electrometalurgia” de W. Borchers (Anónimo, 1898). Ninguno de los dos obtuvo premio, y los originales fueron devueltos a sus desconocidos autores.
El lema escogido por su autor para el “Ensayo de un Catálogo Metódico de las Especies Minerales de la Península Ibérica”, “les théories passent: les faits restent”, debido al anatomista francés Malassez, es el mismo que figura en la portada del libro de Czyszkowski “Les Venues Métalliféres de l’Espagne”, publicado en París ese mismo año. Sin embargo, no parece probable que el autor de la memoria fuera Czyszkowski que, aunque había estudiado los distritos mineros más importantes de España, no conocía los centenares de pequeños yacimientos de minerales sin interés económico existentes.
Es más probable que fuera Calderón, que también utilizó como lema una frase tomada de otro libro la siguiente vez que presentó una obra a este concurso (Calvo, 1999). Dado que no se conserva el original, ni ningún dato sobre el contenido, es imposible comparar lo presentado con lo publicado posteriormente, y llegar a una conclusión definitiva.
Al año siguiente no se llevó a cabo el concurso del Legado Gómez Pardo, por falta de fondos, pero en agosto de 1900 se convocó de nuevo, con las mismas condiciones de años anteriores, y premios de 5.000, 3.000 y 2.000 pesetas, además de los accésit. Solamente se presentó una obra, titulada “Ensayo de un Catálogo Metódico de las Especies Minerales de España”, bajo el lema “Váyanse haciendo muchos aparatos, que ellos darán una historia natural cabalmente metódica”, frase procedente esta vez de la obra de Torrubia “Aparato para la Historia Natural Española”. La semejanza de los títulos permite sospechar que su autor era el mismo que el de la obra presentada dos años antes. El 17 de diciembre de 1900, la Junta de Profesores de la Escuela de Ingenieros de Minas decidió otorgarle un accésit consistente, como ya se ha indicado, en la publicación de la obra a expensas del Legado y la entrega de 100 ejemplares al autor, pero sin gratificación económica alguna.
Para poder llevar a cabo la publicación de la obra era necesario que el autor se presentara y diera su permiso para abrir el sobre con su nombre, para lo que se convocó una sesión pública de la Junta de Profesores el 31 de diciembre de 1900. El autor no se presentó, por lo que la Junta de Profesores debió quemar el sobre con el nombre del autor, y no se pudo publicar el libro (Anónimo, 1901). No obstante, de acuerdo con las bases de la convocatoria, el manuscrito quedó en propiedad de la Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid.
No están claras las razones por las que Calderón no aceptó el accésit, permitiendo con ello la publicación de su obra, pero en primer lugar hay que considerar la cuestión económica. La cuantía de los premios era muy importante para la época, especialmente comparada con la raquítica retribución oficial del profesorado universitario.
En 1902, el sueldo bruto de un Catedrático de Universidad estaba entre las 3.500 y las 10.000 pesetas al año, según la antigüedad (la mayoría cobraban 3.500 o 4.000 pesetas), más una prima de 1.000 pesetas al año para los Catedráticos de la Universidad de Madrid. Eso les obligaba a ejercer la profesión libre, en el caso de los de Derecho, Farmacia o Medicina, o a ocupar plazas complementarias, como la del Museo de Ciencias Naturales que ocupaba Calderón. También la publicación de libros de texto para los estudios de Bachillerato era una fuente de ingresos habitual. Calderón publicó un libro titulado “Elementos de Historia Natural”, junto con Ignacio Bolívar y Francisco Quiroga, en 1895, con una segunda edición en 1895, y una nueva versión, titulada “Nuevos Elementos de Historia Natural”, con Bolívar (Quiroga había fallecido en 1894) en 1900, reeditado a su vez en 1909. Pero precisamente por sus contactos con el mundo de la edición, Calderón podía deducir que su libro de mineralogía topográfica era impublicable desde el punto de vista puramente comercial, por lo que probablemente intervinieron otros factores en su decisión.
Es muy posible que Calderón considerara la decisión injusta y motivada, más que por razones puramente científicas, por la tradicional rivalidad entre naturalistas (geólogos) e ingenieros de minas, y quizá también porque consideraba la existencia de razones políticas en la no concesión del premio. Los ingenieros de minas de la época mantenían en general estrechos lazos con los sectores más conservadores de la sociedad, mientras que él estaba vinculado al movimiento de la Institución Libre de Enseñanza, y había participado activamente en el movimiento por la libertad de enseñanza de 1875, participación que, como ya se ha dicho, le había costado la separación de su puesto de funcionario.
Las únicas alternativas que le quedaban eran la publicación por partes en revistas científicas (que, por supuesto, tampoco retribuían al autor) y la búsqueda de otra institución que se interesara por su obra. Calderón hizo ambas cosas. En 1901 publicó en el “Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural” cuatro artículos sucesivos sobre fosfatos y rseniatos raros, el nitro, la casiterita y la calcosina (Calderón 1901a,b,c,d), y en 1902 publicó en Berlín, con el patrocinio de su Universidad, el libro “Die Mineralfundstätten der Iberischen Halbinsel” (Figura 2), con el profesor A. Tenne (que falleció antes de que se publicara) como coautor.
Un nuevo mineral, recibió el nombre de Calderonita, en su honor.
Autor: José Luis Zamora Rubio